Si bien las emociones nos vienen dadas de manera natural, el identificarlas y el qué hacer con las mismas es algo que debemos aprender y cuanto antes se comience con este proceso de aprendizaje, más sencilla será la conexión con nuestro interior.
Las emociones son reacciones psicofisiológicas, son respuestas a diversos estímulos ya sean externos o internos. Lo que se denomina como emociones básicas (alegría, tristeza, enojo y miedo) se manifiestan de manera similar en todos los seres humanos. Sin embargo, las mismas son algo absolutamente personal, no podemos experimentar la alegría o la tristeza del otro. Lo que si podemos es imaginar, comprender, entender lo que el otro puede estar llegando a sentir pero la vivencia de la emoción es intransferible.
El cerebro emocional (sistema límbico) forma parte del sistema funcional de la mente humana, por ende las emociones forman parte de nuestra naturaleza.
Las mismas provocan una reacción en cadena en nuestro organismo y nuestra conducta. Tienen una gran influencia en nuestra vida diaria, en nuestros comportamientos, en las decisiones que tomamos y en nuestra salud.
Debemos preguntarnos que pasa cuando las emociones se reprimen ¿Desaparecen por arte de magia? La respuesta es no. Las emociones tienen su razón de ser y si se reprimen de una forma u otra saldrán a la superficie.
Si no dejamos salir a las emociones como lo que son: emociones, se transformarán para salir en forma de síntomas, de enfermedad o de agresividad hacia los demás o hacía nosotros mismos.
La única manera de hacer que las emociones no se transformen en algo perjudicial para nosotros es dándoles libertad, dándoles permiso a salir. Decir lo que sentimos y expresar nuestras emociones reduce los síntomas físicos que supone la no expresión de las mismas.
Conocer el impacto que tienen las distintas emociones en nosotros nos va a ayudar a encontrar una mejor forma de gestionar lo que sentimos y por lo tanto lograr una mejor relación con nuestro mundo interior.
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